03 enero 2000

On the road, Pietilä


1. El viaje
 El problema que de manera sistemática plantean las rutas marcadas, reside en su conocida inutilidad. Tan sólo los turistas, por muy especializados o accidentales que parezcan, acuden a su llamada. El viajero, en cambio, se resiste a seguir un itinerario, a perderse en la claridad cegadora de lo previamente constatado . Así, cuando nos encontramos aquello que esperamos o suponemos hallar, cuando refrendamos imágenes vistas en exceso o situaciones ya descritas, aparece en nosotros un cierto desencanto; es lo que Sánchez Ferlosio llama el efecto “Tour Eiffel”:  una curiosa sensación de visita irreal.

El éxito de los turistas reside en la captura de lo establecido; su mayor interés se centra en olisquear o mirar de lejos aquello que no pueden dejar de ver, aquello que sirve para verificar lo que otros les contaron y a su vez  ellos contarán en una cadena de supina estupidez. Sólo tiene interés, en este caso, la imagen conocida.

El viajero -¡Quién lo fuera!- camina sin rumbo fijo; su mayor éxito es el encuentro azaroso, encontrar el trayecto que se dibuja a partir de apariciones inexplicadas en las que lo conocido se convierte en accidente. La excitación que produce el descubrimiento, por pequeño que éste sea, es lo que en definitiva da sentido a la ruta diáfana del viajero.
Viajo por encontrar el viaje, convencido de la inconsistencia de la ruta precisa , de lo impúdico del texto guía y de la insolvencia del proyecto; desde la seguridad de ofrecer en los relatos algo que puede que guste, pero que a su vez aparece como inservible; porque el viaje es único; es personal o no es viaje;  es desplazamiento y, por lo tanto,  contrario al sometimiento de la indicación de otros. La común desgracia es siempre el acompañamiento; el viajar uno debe hacerlo solo. Una soledad que no es exterior sino interior, caminar vacío y volver repleto para volver a vaciarse.

2. Pietilä
 Verificando la arquitectura de Aalto siempre encontramos a otros; en ese instante indefinido pero a la vez preciso, todo se trastoca: Briggman, Saarinen, Siren, Ruusuvuori, Leiviskä... y los Pietilä; sobre todos, los Pietilä. Reima Pietilä (él más que ella) se podría situar en un espectro localizado junto a Denis Hopper o el mismísimo faraón Curro Romero, capaces de lo mejor y lo peor. Lo realmente emocionante de estas gentes singulares es que permanecen ocultos siempre hasta el momento preciso; son bulbos dispuestos a crecer a la mínima condición favorable; tipos instalados en el descaro, que aparentemente sestean cuando es menester, confiados en lo que está por llegar.

Al seguir la obra de Pietilä, conviene presentarse despojado y sin imágenes previas. Lo que encontramos como bueno, siempre es mejor de lo que pensamos; lo dudoso, es cuanto menos sorprendente. Pietilä practica una discontinuidad evidente no sólo en el conjunto de su trayectoria, sino también en cada una de sus obras. Trabaja en ese límite difuso entre el sueño y la vigilia, en esa situación bretoniana que valora la aparición, más cerca muchas veces de la casa del cartero Cheval que de las ortodoxias establecidas; es en muchos aspectos un disidente con vocación de perdedor. La arquitectura de Pietilä se aletarga y despierta de manera sistemática, valorando las relaciones que se producen entre obra, naturaleza y vida. Su trabajo niega la linealidad del oficio, rompe las relaciones modernas entre forma y tamaño, desdice la literalidad material - construcción y convierte cada una de sus obras en un no acabado. En el final de algunos proyectos encontramos el principio de otros; pero lo más corriente es que detalles se conviertan en obras y fragmentos distintos en excusa para otras experiencias. Cada proyecto contiene las huellas de otros anteriores y anuncia los que ni tan siquiera están esbozados. Su arquitectura es en este sentido plenamente topológica y antigeométrica. Pietilä es también un viajero, un caminante fascinado por lo perfectamente inacabado de la naturaleza, su mirada como la de Buñuel es salvaje, cortante y desnuda. Un tipo con un desparpajo tan intenso que provoca en los demás una no contenida ni disimulada envidia.

3. Notas de un viaje.
 El texto y las imágenes que acompañan son, lector, tan sólo las notas escuetas de un viaje. No lo entiendas como un texto delator.
Como nos desplazamos a Otaniemi, a poca distancia de Helsinki, para reconocer en Aalto la Universidad Politécnica, recibimos con sorpresa un poco más en la cumbre, la visita inesperada de Dípoli; sin duda, el Easy Rider de Pietilä. Pieza imprescindible, construida como centro de estudiantes de la Universidad entre los años 1961 y 1966, llave en su obra y fundamental en el viaje. Es conveniente no escrutar demasiado el plano guía y adentrarse sin la protección que éste ofrece en la geografía del edificio, micro-geografía en palabras del arquitecto.
Pasados los primeros ardores en el paseo a través del trayecto quebrado y cortante de la circunvalación exterior, acabamos por deslizarnos hacia un interior ¿o exterior? fascinante, gruta. Un plano que se dobla y cambia de nivel trabajando la topografía del lugar, otros hablarían de espacio, pero no parece lo apropiado... Dentro,  la madera fabrica paisajes; fuera, el cobre en  láminas estrechas que lo envuelven todo trabaja como la madera; y rocas dentro y fuera... Hay que disfrutar de la racionalidad de las oficinas y las zonas de servicio frente al sombreado boscoso de los espacios públicos. Todo el edificio puede ser recorrido con naturalidad; si la arquitectura ayuda a convivir mejor, éste es un buen ejemplo.
Cerca también en Espoo, se localizan sin problemas las viviendas Suvinkummun con proyecto y construcción entre 1962 y 1969  y una segunda intervención entre 1979 y 1983. Viviendas en el parque o bosque de viviendas, dispuestas con una sabiduría exasperante. Una agrupación de volúmenes precisos que nacen y se colorean de la tierra y los árboles; hormigón, piedra y tres tonos de verde... y blanco. La dimensión se diluye en lo quebrado de los edificios y el dibujo de los huecos, recortando la fachada. El hormigón desplaza a la madera; la poca madera parece hormigón. Cambiar los términos del material, algo que tanto uno disfruta con Pietilä.
Dos  horas de carretera al norte, la iglesia de Kaleva en Tampere construida entre 1959 y 1966; otro concurso ganado. Aparece entre los bloques de viviendas como una catedral moderna. Entramos por la trasera, una suerte imprevista. Protegida por los árboles en esa zona se entiende en un instante la inteligencia de la disposición, la pequeña dimensión con la misma forma, detrás. La representación, desde la explanada delantera, en el camino de llegada frente al remate de la torre discreta. Una gran plaza delante. Kaleva es un curioso síntoma de un país joven; es ya un monumento consolidado. Aquí, la arquitectura moderna figura en las guías turísticas, no hay otra. La luz del exterior, cubre a todos por igual dentro: oficiantes y feligreses, un ejemplo de culto democrático; no son católicos. Todo se resuelve en hormigón con un delicioso trabajo de la madera. El exterior se forra de bloques, una casa grande y hermosa.
En el centro de la ciudad, la Biblioteca municipal; otro concurso desarrollado entre 1978 y 1985. Con un cierto aspecto de espacio comercial de periferia; ésta vez si hay espacio. Un Pietilä cerrado en sí mismo, espiral, blindado y hermético. Sorprendente la sala de lectura, traqueal, reparten folletos, un encanto.
A las afueras, Hervanta; un conjunto de edificios construidos desde 1979 a 1987. Pasamos deprisa, deprisa. Miramos las fotos del  café Brander de 1963, también en Tampere.
De vuelta a la capital, un regalo inesperado, ¿el Palacio Presidencial?, no ¡La casa del Presidente!; construida en Mäntyniemi entre 1984 y 1987. Otro ejemplo diáfano de un país en el que la arquitectura pública se dilucida mediante un sistema de concursos públicos. Mica Moraine no es la integración en el paisaje, sino el paisaje mismo; una reflexión sobre la convivencia de distintas escalas en un solo edificio; lo institucional y lo doméstico engastados con la Naturaleza. Al exterior, una pequeña verja y un garaje. Más allá, el patio de recepción, no demasiado grande; una casa especializada. Un ejemplo de coraje cívico en una ciudad cuyo Ayuntamiento ocupa la posición central  y la Presidencia del Gobierno,  la lateral. Se debe ver.
Completar el viaje es hacer el circuito de librerías de segunda mano en el centro de Helsinki;  hay buenos libros a buen precio.


Viaje realizado del 6 al 13 de abril de 1999, con un grupo de alumnos y profesores de la ETSAM.